sábado, 16 de abril de 2011

Nuevo aniversario del asesinato de Fuentealba.

Otro aniversario de una «justicia agridulce»



El Martes 5 del corriente mes, se cumple un nuevo aniversario en el que el siniestro sistema represivo argentino agrega un nuevo compañero a su lista negra.
Lista extensa si las hay. Tristemente extensa, por la que pasaron Maximiliano Kosteki, Darío Santillán, y que continúa su ensanche con Mario López en Formosa, entre otros.

Fue por allá en 2007, cuando el sindicato docente Asociación de Trabajadores de la Educación del Neuquén (ATEN) se convoca a huelga y decide hacer un corte en la ruta 22 a la altura de Arroyito (54 km al sur de la ciudad de Neuquén).
Jorge Sobisch, gobernador de la provincia y candidato presidencial en ese momento, da la orden a la policía provincial para que se libere la ruta. Ruta que aún, cabe aclarar, siquiera llegaron a cortar. Empezaron las primeras balas de goma y gases lacrimógenos. Bien de manual el asunto.
Se llega a común acuerdo entre los dirigentes sindicales y la policía para que no se siga reprimiendo y es así, bajo este nuevo panorama que los manifestantes se retiran en grupos hacia la ciudad de Senillosa. A las palabras se las lleva el viento, y eso es lo que sucedió en Neuquén ese 5 de abril.
La policía retoma su accionar represivo y se lleva la vida de Fuentealba.
Se la lleva de manera cobarde. Lo fusilan por la espalda cuando se retiraba del lugar a bordo de un Fiat 147.

Quien lo fusila tiene nombre y apellido. José Darío Poblete. Cabo primero, o por lo menos lo era, porque fue condenado por el asesinato de Fuentealba a prisión perpetua y la inhabilitación perpetua y absoluta para ejercer cualquier cargo público.
¿Historia con final feliz?. Ni por asomo.
Los autores intelectuales y políticos de este asesinato siguen libres. Libres y sin cargo de conciencia.

La causa Fuentealba II

Además de la causa que se le abre a Poblete, llamada «Fuentealba I». Se abre otra denominada «Fuentealba II» en la que se investigan responsabilidades en los niveles superiores policiales y políticos.
Cajoneada por el oficialismo en aquel entonces y luego de 4 años de lucha llenos de obstáculos, hoy parece querer definirse.

Fuentealba no fue un caso aislado de la brutalidad con que actúa, en algunas circunstancias, la policía. Pero sí fue un caso resonante para la sociedad, por el modo en que se dan los hechos y por la calidad de persona que se llevan. Uno más de la lista, pero seguramente no el último.

Después de todo, dicen que éste «es un país tartamudo».

 
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